viernes, 11 de junio de 2010

PILAS AMIGO…¿Qué te hace feliz? TENER O SER…TENER…SER… ¿Quieres comprarle o robarle a la vida cinco centavitos de felicidad?
Me gusta pensar en voz alta, y cuando digo en voz alta, me estoy refiriendo a que puedo escribir ese pensamiento. Le doy color, le doy forma, figura y aunque lo puedo expandir, algunos le dan pronta sepultura.
Entiendo, y lo sé que entre gustos y sabores, amores y dolores, no discuten los señores.
Yo pienso, hablo, escribo, divago, echo el cuento, opino y ahí voy.

Erick Fromm, humanista por excelencia y psicoanalista, en medio de la incertidumbre que le produce el consumismo, en una sociedad enajenada por la tecnología y la modernidad, adicionando la globalización, se interroga y nos propone diferenciar lo que significa “tener y ser”, tomando al hombre sin diferenciar su sexo como homo sapiens y, el que, en su aspecto antropológico, enmarca su desarrollo a través de la antropología física, cultural, filosófica y sociológica.

Fromm, en su libro ¿Tener o ser?, buscó respuestas en las fuentes espirituales de su religión judía, más adelante en los planteamientos de Marx, en el psicoanálisis y las filosofías orientales y tras una ardua y larga búsqueda intelectual, que fuera productiva para la humanidad, logró encontrar su propia voz.

Preocupado por el ser humano, lo observa en el contexto de una sociedad ahogada por el consumismo, de la que el hombre debe recuperarse para hallarse a si mismo.

La gran promesa, su fracaso y nuevas opciones, las presengta, como el fin de la ilusión, que hace referencia, a la promesa, de dominar la naturaleza de abundancia material, de la mayor felicidad para el mayor número de personas, y de la libertad personal sin amenazas.

En una sociedad como la nuestra suena más a utopía que a realidad, ya que el progreso industrial y tecnológico se disparó de tal forma, que sustituyó la energía animal y la humana por la energía mecánica y después por la nuclear, y que sustituye la mente humana por la computadora, todo eso, nos hizo creer, que nos encontrábamos a punto, de lograr, una producción ilimitada y, por consiguiente, un consumo ilimitado y peor aún, que la ciencia nos haría Omnipotentes.

Aristóteles, por ejemplo, identificó la felicidad con la virtud, con la sabiduría, con la prosperidad.

Pero… ¿qué es la felicidad? ¿Cómo se puede alcanzar? ¿Qué dificultades se le pueden presentar al hombre para ser feliz?

Con el cristianismo la noción de felicidad adquirió un nuevo significado. Los cristianos consideran que la felicidad consiste en el conocimiento de Dios, en el cumplimiento de la voluntad del creador que se hace vida en el amor, en la vivencia de la fe, la esperanza y la caridad, virtudes que permitían al hombre, alcanzar la salvación, máxima aspiración y estado de felicidad.

Para los filósofos modernos, a diferencia de los pensadores griegos y de la doctrina cristiana, no asumieron la acción de la felicidad como un bien en sí mismo. Para alcanzar la felicidad consideraron que era necesario conocer el bien que la produce, bien que puede ser entendido de diferentes maneras. Para algunos es el goce, el disfrute de los placeres del hombre y del mundo; otros consideran que se trata del disfrute de un modo de ser; también puede entenderse que se trata como una aspiración para alcanzar un bien material o como el premio al cumplimiento de una virtud o de una acción moral.

Entonces lo grandioso de la Gran Promesa, los maravillosos logros materiales e intelectuales de la época industrial, deben concebirse claramente, para poder comprender el trauma que produce hoy día considerar el fracaso.

De lo anterior podemos recalcar que la satisfacción de los deseos ilimitados no produce bienestar, no es el camino de la felicidad ni aún el placer máximo.

Afirmaba Schopenhauer “Si bien la vida es una búsqueda siempre insatisfecha a la que no se puede renunciar, los seres humanos también están sometidos a otra fuente de desdicha: el aburrimiento”.

Lo que significaba en su pensamiento, que el hombre una vez cumplido o satisfecho su deseo, quería encontrar otra cosa nueva que le proporcionara bienestar y en ese lapso se conjugaba el pesimismo.

Ciertamente en la actualidad, la sociedad de consumo, nos mueve, nos absorbe, nos sacrifica, nos condena y nos lleva al paredón. Estamos atados a lo material, y en el afán de conseguirlo todo, vivimos condenados a la insatisfacción. En ocasiones llegamos a la desesperación, apareciendo, cada vez más, una desigualdad extrema, polarizada, en donde los ricos son pocos y los pobres son muchos.

Nos estamos acabando y no tomamos conciencia de ello.

El hombre se está autodestruyendo.

La maquinaria burocrática, la más cruel y castigadora, manipula con su poder económico a los integrantes del mismo gobierno presionando, a los medios de comunicación, de tal manera, que adquieren el control sobre las masas.

Cabe cuestionarnos nuevamente la interrogante ¿tener o ser?

Ambición, avaricia, egoísmos, son contradictorios a los ambientes de progreso y paz.

Surge entonces un planteamiento importante: La necesidad económica de un cambio humano.

El hombre definitivamente tiene que cambiar en su aspecto psicológico, entendiendo por psicología, no sólo el estudio del alma, sino el comportamiento del hombre, dentro de un contexto social, lo cual va ligado y de la mano de la sociología.

En este siglo, nuestro sistema socioeconómico abrumado por la pugna de potencias mundiales, utilizan su poder económico para volver a la gran mayoría, consumistas, victimas del sistema imperante.

En el contexto de la problemática, por las decisiones, en torno a la vida le corresponde al hombre hacer una reflexión sobre la vida futura.

Si lo que proporciona la felicidad es “el tener”, entonces llegará el día en que esta sociedad de consumo, izará la bandera y la ética pasará a segundo plano. De hecho, es una realidad.

La irrupción y desarrollo de la ciencia y la tecnología en la vida humana plantea nuevos cuestionamientos, que se hace necesario abordar desde la ética, con el fin de iluminar y clarificar su práctica y su utilización más adecuada.

Realidades como la clonación de animales y de seres humanos, el avance de la tecnología, el desplazamiento del hombre, corroboran este fenómeno. La descongelación de los polos y la destrucción de la capa de ozono, son apenas algunas de las consecuencias que estamos padeciendo en carne propia.

¿Estás de acuerdo?