miércoles, 14 de julio de 2010

¿Y…

CUÁL ES TU PRETEXTO?

Me levanto de la cama feliz por despertar de nuevo y estar otra vez con los ojos abiertos o mi mascota. Un día más con mis bichos. Las personas también se levantarán para ir a trabajar. Tengo espacios de soledad, espacios de compañía. Tengo personas a quién amo. Leo, escribo, me río, lloro.

El mar me saluda con el golpe de la ola mientras el cielo me anuncia que el día va a ser muy caluroso. Quien está en paz consigo mismo lo tiene todo, todo lo demás es accesorio.

Tenemos el cielo, los pájaros, los peces, la libélula, la mariposa, la hormiga, y en las flores que adornan la casa podemos ver el milagro de la vida y la tranquila aceptación de la muerte.

¿Qué es todo y qué es nada?

Que es todo, el todo es la nada y a la inversa. Nacemos poseyendo todo cuanto necesitamos, el amor; lo demás viene por añadidura, no importa si es abundante o escaso.

Nacemos sin nada, desnudos, sin ropa y tratamos de vestirnos a cada paso que la vida nos brinda y aún así nos sentimos desnudos. Pero la humanidad lo estropea con sus ansías de vestirse constantemente con lo material, con aquello que está de paso, con todo lo que es efímero, cuando la eternidad esta en nosotros en el mero hecho de nacer, pues ese acto tan maravilloso nos llena del todo.

Qué es lo que realmente busca el ser humano para sentirse satisfecho.

El ser humano busca cualquier cosa que sea efímera para sentirse satisfecho, pero cuando lo posee, vuelve a estar insatisfecho, es la rueda que gira sin parar. El ser humano ha perdido su parte espiritual, para dar paso a lo más primitivo al acto de posesión, casi por instinto, casi por un acto reflejo de supervivencia...es erróneo, pero así caminamos, salvo algunas excepciones. Nunca hay que generalizar.

La posesión ese mero acto tan primitivo que nos traslada a la envidia, a los celos, etc. y, al acto de estar siempre insatisfechos.

Si miramos a nuestro alrededor, robos, delincuencia, Latinoamérica con sus fracasos económicos, guerras pasadas y presentes, y, en algunos países la pobreza extrema, el analfabetismo, y todo lo que conocemos de manera trillada.

En clase de ética se habla de Talar Valores y hacemos referencia a los

cuatro elementos de la naturaleza en donde se encuentra por ejemplo ese árbol que nos rodea, ese árbol que es también manifestación de la vida...

El árbol llora cuando cae. No sólo hace ruido, gime, no importa si es en silencio, si es escuchado, si es visto. Siente al igual que todas las criaturas de la naturaleza.

Nosotros con nuestra indiferencia vemos a muchos árboles caer a nuestro alrededor y no nos inmutamos, ni siquiera lo sentimos.

Un niño mendigando un pedazo de pan, un anciano de mirada cabizbaja porque los años le han sacado ventaja, un desplazado, una mujer acabando de dar a luz, un amigo que te necesita y estás ausente, una guerra sin sentido, una pobreza absurda, un egoísmo marcado, un ir y venir lleno de odios, una humanidad a la que nada le sacia.

Talar valores, lo hacemos diariamente y cada vez en esta postmodernidad nos hemos dejado atrapar por lo superfluo, por lo sin importancia, dejando de lado lo que verdaderamente cuenta: escuchar al prójimo, al que está cerca, al que nos suplica una sonrisa, una palabra.

¿Qué buscamos realmente?



SUEÑOS DE UN MUNDO EBRIO

El día se asoma a mi ventana y los sueños se entretejen con la realidad y, con eso nos topamos a diario y los sueños, sueños son.

Dicen que soñar no cuesta nada pero soñar realidades tiene un costo muy elevado.

Sueña el cantor para que su voz mitigue el estallido de las bombas y misiles, sueña el poeta para que sus metáforas se hamaquen bajo la brisa de una tarde en primavera, sueña el pobre para que su hambre y desazón disminuyan y den cabida a sus manos para acariciar en vez de pedir, renegar y golpear, sueña el niño para que su sonrisa se columpie en el árbol de la ingenuidad y sus días sean de algarabías, juegos y caricias y no de maltratos, cargas pesadas, abusos sexuales y palabras destructivas, sueña el que se inclina ante el altar pidiendo por él mismo, su familia y, la posibilidad de que se le abran los caminos para llevar una vida digna, honrosa y decorosa (un techito, salud, chamba), sueña la tierra para que no la abusen y muera en la aridez asfixiada por las toneladas de basura, la polución, la contaminación, sueña la mariposa para que sus alas se abran en libertad y no sea mutilada por el odio que castra los movimientos y termina encadenando el pensamiento, sueña el ciego tendido en una acera estirando su mano de hule para sentir un ambiente de paz y tranquilidad, sueña el mandatario honesto para librarse de la corrupción y poder realizar sus propósitos en bien de la comunidad, sueña el maligno dictador haciendo de las suyas y fusilando, sueña el cura bendiciendo, sueña el burócrata descansando y hasta la hormiguita llevando sobre sus espalditas el más divino pétalo de otoño, suela el trabajador en borrar el rastro de la pereza.

Soñó el ateo que estaba en el último piso de la torre de Babel. El que, siendo como Lot, no pudo escapar como Lot. El que fue tragado por el Mar Rojo siguiendo órdenes. El que fue ejecutado porque no adivinaba los sueños como José.

Todos soñamos con un mundo mejor, pero como los sueños sueños son, debemos dejar de soñar y poner en práctica esos anhelos que soñamos despiertos empezando por la honestidad, la transparencia, la responsabilidad y el respeto.

El escritor Federico Hernández Aguilar nos dice en la introducción de uno de sus libros llamado gotas, El Universo: Una gota. “Érase una vez un loco mirando una gota de agua. No se movía el loco, así como no parecía moverse el objeto de su formidable atención. Primero habían desaparecido los demás hombres; luego se habían esfumado las demás gotas. Sólo un ser humano quedaba ya en el cosmos, desafiando el peligroso alivio de una sola gota, la única, la irrepetible, la que temblaba como una verdad entera. Muy pronto, antes de que alguien fuera capaz de extrañarse, aquel hombre y aquella gota se fundieron de tanto mirarse, de tanto ser nada en absoluto. Así, abrazados, regresó cada uno a su origen final: el loco a su mar turbulento y la gota al ojo derecho del loco.

Muchos ebrios por la ambición, el poder, la cúspide, van por el mundo arrasando con todo a su paso, exterminando el progreso, calcinando las ilusiones de los demás, muchos impiden el progreso y embebidos por el aroma y el elixir de la prepotencia menoscaban los sueños que la mayoría perseguimos para alcanzar una realidad diferente.