sábado, 17 de abril de 2010

A VECES LLEGAN CARTAS... ¿EL CARTERO?

Querido amigo (a): Supongo que te sorprenderá recibir esta carta. Pareciera que la comodidad del teléfono, de los mensajes a los celulares, de los correos electrónicos, su velocidad invencible, hubieran terminado para siempre con la delicia de tener entre las manos un “sobre”, con hojas en su interior perfumadas, decoradas, escritas a mano en letra cursiva, en donde de alguna manera se plasma el sentimiento que fluye desde lo íntimo, sin inhibiciones, sin penas, sin frases entrecortadas y con la seguridad de conservarlas en un sitio especial para la posteridad. Esto de la postmodernidad ha permitido el cambio y el avance de tantas cosas que paradójicamente con su premura imparable ha minimizado los sentimientos, el romanticismo, la prosa, los versos, los detalles e inclusive “frases cursis”, como diríamos ahora; aspectos inigualables que aceleraban el noble músculo llamado corazón, desbordándolo de emoción.
¿Te das cuenta amigo (a)? El tiempo parece más corto, el día ya no es de 12 sino 9 horas, da esa impresión; no hay tiempo para muchas cosas o son demasiadas cosas las que dispersan el mismo...
Conservo la esperanza de que aún existan como yo “personas extrañas”, nostálgicas y alejadas de alguna manera de la realidad absorbente y desbordante que derrochamos minutos preciosos en la contemplación indolente de la luna, el vuelo de las aves, libélulas, cometas, la incansable labor de las hormigas, mariapalitos, el colorido de las flores y del suave deslizar de la espuma por la cresta de las olas. Sí, personas extrañas como yo, que siempre han de preferir la delicia de un papel que se expone y se entrega virgen a la pluma creadora que a la frialdad perfecta y demoledora de las máquinas.
Amigo (a), vas a disculparme, debo aclararte que esta carta tiene carácter privado, porque está escrita especialmente para ti, pero intencionalmente la hago pública para que todos aquellos que se identifiquen con su contenido, remuevan en sus gavetas y busquen esas cartas que aun conservan como tesoros preciados, se unten de remembranzas y evoquen aquellos momentos donde las palabras de esas hojas les dieron ánimos, calma, alegrías o tristezas. Sin importar su profundidad, era algo bello, mágico, entrañable.
¿Y qué me dices de los carteros de ahora? Sólo transportan en su bicicleta correspondencia cargada de cuentas de cobro, recibos de servicios públicos, extractos bancarios, emplazamientos, propagandas y basura en esta guerra del consumismo.
Hermoso era el oficio del “cartero”, hombre acechado y odiado por los canes, con su uniforme impecable, con cara de personaje mitológico, portador de malas o buenas nuevas, pedaleando diariamente kilómetros y kilómetros, bajo su apariencia de gruñón, resguardando de manera ética los secretos del remitente y el destinatario.
Amigo (a), creo que por hoy, ya te he escrito lo suficiente por lo que para concluir esta misiva, deseo aclararte: sí, todo es más rápido y quizás muy eficaz, no estoy en desacuerdo con la tecnología, aunque te confieso que a mi me atropella en muchos aspectos, pero lo más triste de todo es la DESHUMANIZACIÓN y la practicidad, en complicidad, han hecho que el fenómeno de la “frialdad” sea tan marcado, que los valores, los sentimientos se estén fosilizando cada vez más.
Con amor
Lidia.
PD: Espero que hoy por hoy, no te dejes devorar por este flagelo y que acaricies y disfrutes del contenido de esta carta y de las cosas bellas de la vida.

1 comentario:

  1. La mejor bandeja llena de palabras armadas, sobre historias, poesía, reflexiones, no puede ser otra, que este tu blog. Gracias por compartírmelo. Así que semanalmente estaré visitándote.
    Un abrazo y mi admiración como siempre a mi gran escritora Lidia Corcione.

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