domingo, 27 de junio de 2010

UN CAMARADA ESTÁ DE VISITA


Dice el adagio popular:
“La visita después de tres días
huele a pescado”


El Faraón, Cesar, Rey, Reina, Duque, Duquesa, Zar, Lord, Superman, fuhrer, la loca, ¿hacen parte de tu vida diaria

Extraña interrogante. Alcanzamos a pensar que esta temática, hace referencia, sólo a la historia de la humanidad, pero no, no lo entiendan así, sencillamente quiero referirme a ese camarada que tanto daño nos hace, que nos convierte en cómplices del menosprecio, del autoritarismo, de la vanidad, del sinsentido y muchas veces del aislamiento.

¿Quién alguna vez no ha jugado al yoyo?
Comencemos a llevar la cuenta de con cuánta frecuencia usamos el pronombre “yo”.

La loca, el yoyoismo, el ego o como quieran llamarlo, es un compañero invisible que siempre permanece a nuestro lado. Se muerde el anzuelo y se cae en la trampa.

Si diéramos más de nosotros mismos y pidiéramos menos a cambio sería una forma maravillosa de domar el ego.

Los occidentales tenemos la peculiaridad y la marcada tendencia a caer en el juego de yoyo: yo soy, yo hice, yo puedo, yo quiero, yoyo..., yo el Todopoderoso.

Los mayores males de la humanidad son motivados e impulsados por ese tirano llamado EGO. Según él, cuanto más tienes, más especial eres. Cuanto más especial eres, más se confirma que eres alguien que no tiene nada que ver con todos los otros que tienen menos.

 El ego quiere hacer creer que “las cosas” son más importantes. Nos dice “Acumula tantas posesiones como puedas, y siéntete apegado a ellas. Tendrás una sensación de orgullo”.

Toda cháchara, chismorreo que entretienen a la gente son obra del ego.
Cuando nos ocupamos de las desdichas de otros demostramos que no queremos ayudarles sino sentir placer o diversión ante sus dificultades y humillaciones.

A través de la historia, al vivir lo que se ha vivido y al enterarnos de los sucesos tan macabros: guerras, hitlerianos, fascistas, terroristas, crímenes pasionales, abusos, maltratos, oprobios, monstruosidades, violaciones, podemos observar de inmediato que la necesidad de derrotar a otros tiene un solo fin: sentirse poderoso e importante.

Poder, desquiciado poder, carcoma de almas nobles e inocentes, pompas del ego, gritas enloquecido cuando otros quieren superarte; ser el número uno es más importante que nada. Poder, maldito poder, conformarte con menos es admitir que eres un perdedor.

Poder, ego, yoyo, monstruo de cien cabezas, desalmado, ruin, cruel, perverso. Todos los males que aquejan al mundo son fruto de tu ambición.
Cuando los idealistas se dejan llevar por su falso ego, intentan llevar a cabo sus ideas dizque en busca de paz, ecuanimidad, equilibrio y justicia social, valiéndose de unos medios destructivos para la propia humanidad, pero sólo se están dando a ellos mismos excusas de su miedo ante su constante ansiedad e impotencia de asumir su propia vida.

“Perdona mis actos sin sentido/ como yo perdono los actos sin sentido de aquellos/ que piensan que obran con sentido”. (Robert Frost).

Ojalá todos recortemos este poema de Walt Whitman y lo peguemos en el espejo para ver si así logramos de alguna manera jugar al “yoyo”, pero con ese objeto circular que sube y baja a través de un hilo enrollado y con el cual podemos hacer figuras maravillosas y así olvidarnos del yoyoismo que es muy dañino y nada divertido:
Dice Whitman: “Existo como soy/ con eso basta./ Si nadie más en el mundo lo sabe, permanezco sentado, contento,/ y si cada uno y todos lo saben, permanezco sentado, contento./ Un mundo lo sabe, y para mí es con mucho el más grande, y ese soy yo mismo./ Y si recibo el reconocimiento hoy o en diez mil/ o diez mil millones de años,/ puedo recibirlo ahora con alegría, o con igual alegría/ puedo esperar”.

Y entonces disfrutaremos de una vida más profunda y rica, que nos proporcionará un canto al espíritu, hoy tan desdeñado, y una refrescante sensación que nos permitirá irradiar esa recuperada lucidez para poder transmitirla para bien nuestro y el bien de todos los demás.



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