sábado, 12 de junio de 2010

De filósofos, poetas y locos, todos tenemos un poco, dice el adagio popular.

¿Has delirado alguna vez?
Yo sí, de fiebre.
Debo confesarles que como me gustan los chistes, reírme y pasarla bien, a todo le saco apunte, los demás dicen “esa loca”, y yo, me río deliciosamente, porque de loca no tengo ni un céntimo, locos todos aquellos, que no se atreven jamás a manifestar sus pensamientos, deseos, ganas.
Se quedan allí, en el hueco, al borde del abismo, esperando a que alguien los empuje.

PAJAROS QUE SE ANIDAN EN LA MENTE

Basta con meter la cabeza en el río de la nada
-ojalá hasta la nuca-
y sentir como la luz del agua
inunda los pulmones
y cómo su risa redentora
nos moja de equilibrio
y de la libertad serena
de pisar otros caminos.
(Winston Morales Chavarro)

Al perder el contacto con la realidad el hombre termina modificando esa realidad, en muchas ocasiones, estos asuntos han sido los grandes dinamizadores de la humanidad.

¿Hasta dónde el poder es locura o no en la medida que el poder es intrínseco en el ser humano? Dentro del poder el deseo de dominar, ¿es realidad o desconexión con ella?

¿Es acaso dañina la locura?

Se deberá considerar dañina cuando va en detrimento de los demás, cuando su fin es “devastador” hacia los demás, pero si esta situación de demencia, alucinación, delirio, no va en menoscabo de los otros sino que por el contrario mantiene al individuo en un estado de plenitud, de algarabía, de ensimismamiento y euforia porque su realidad va acompañada de esos pájaros que se anidan en su mente para luego dejarlos emerger en bandadas mágicas, utópicas, fantásticas, metafóricas y heterogéneas, entonces esa locura es una situación de gozo que disfruta plenamente quien la padece, ya sea por enfermedad mental o por voluntad propia.

¿Y los grandes inventores?

A estos en gran parte se les atribuye el desarrollo de la humanidad que podría observarse como una locura por ejemplo cuando el hombre nómada se mete con el fuego y lo controla y se ingenia diversas situaciones para sobrevivir a la intemperie.

¿Hasta dónde la historia está soportada en grandes mentiras?

¿Podríamos llamarlas tal vez locuras universales o mentiras universales hasta el punto de preguntarnos dónde se está filosofando o dónde el hombre es supersticioso y llega a la locura?

¿Quién por ejemplo, se inventó que los reyes tenían el poder de dios y quién afirmó que eran soberanos?; ¿fue acaso un acto de locura o de suspicacia política que lo hizo sentirse iluminado? recordemos como Menes, faraón del siglo XXIX a. C., se inventa que él era enviado de los dioses y éstos le concedieron este poder para unir el alto y bajo Egipto. Según la tradición legendaria, Menes fue el primer faraón de la primera dinastía, con el que se inició la historia humana de Egipto; había sido implantado directamente por los dioses, con quienes estaba emparentado.

Desde Menes hasta la Revolución francesa “los reyes”, abusaron de su poder, hasta que a Luis XVI, (Versalles, 23 de agosto de 1754 – París, 21 de enero de 1793), rey de Francia y de Navarra entre 1774 y 1789 y rey de los franceses entre 1789 y 1792, quien ostentara el título de Duque de Berry, fue arrestado, juzgado por la Convención Nacional, declarado culpable de traición y condenado a la guillotina el 21 de enero de 1793. Su ejecución marcó el fin de la monarquía absolutista en Francia, después que su pueblo se revela por los despotismos improcedentes y por primera vez se le demuestra al mundo que los reyes no eran invencibles y les podía suceder cualquier cosa.

Hoy en día “los reyes” ocupan quizás una figura decorativa por cuestión cultural.

El hombre por naturaleza cuando se sale de los contextos es tachado de loco pero, ¿hasta qué punto? ¿De cuál locura lograremos estar hablando?



Un ejemplo de locura que extasía y que al tiempo deprime, pero sin hacerle daño a nadie sólo al ser que la padece porque de alguna manera busca y busca más allá de lo conocido, experimentado y vivido lo encontramos en Virginia Wolf quien a pesar de haber crecido rodeada de un ambiente literario y cultísimo, poseyendo su padre una excelente biblioteca a la que tuvo acceso a los dieciséis años pudo dedicarse a explorar todo lo que deseara, lo que supondría un verdadero lujo para una chica de la época victoriana y también una situación que le sería ampliamente provechosa para su futura condición de escritora. Devoraba libros y libros, lo que le ayudó en su condición de escritora.

A pesar de ese mundo de posibilidades para ella, se sentía oprimida y maniatada, queriendo tal vez escapar del entorno que ejercía opresión en su espíritu.

Si revisamos las fechas en las que se sucedieron algunos de sus colapsos nerviosos de mayor intensidad, se puede comprobar que las crisis de delirio en las que perdía casi por completo la conciencia de la realidad y del mundo exterior solían coincidir con los momentos en los que estaba terminando de escribir alguna de sus novelas.

Wolf abrió caminos antes no explorados en su manera peculiar de narrar, en la manera de vernos a nosotros mismos en nuestra parte del ser en sí y metafísico, teniendo una percepción privilegiada de la realidad, una percepción descarnada y genial de todo cuanto la rodeaba. Y podríamos decir en la actualidad que gracias a ella, ahora el mundo para muchos es diferente.

Le escribió un texto a su marido en el que deja un sello gratificante y colmado de esencia indefinible de su sentimiento como ser humano

"Querido:

Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando Tu vida por más tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.

V."

Encontramos en Virginia Wolf, una conciencia clara sobre sus estados depresivos, haciendo cada vez más lo que ella consideraba correcto en su beneficio, presintiendo cada vez más que la recuperación no podría hallarla por más que lo intentara y que en esas temporadas de abstracción que sólo ella pudo entender, tal vez sus miedos eran más latentes que su propia vida por lo que decide acabar con ella.



Otro de los grandes aportes en la literatura es el inolvidable Ernest Hemingway, quien en 1952 escribe El viejo y el mar y al año siguiente le otorgan el Premio Pulitzer y en el 54 el Nóbel, que no puede serle entregado personalmente debido a su estado de salud.

“Beber es cosa de hombres”, como lo era cazar y ser un mujeriego, decía, pero el alcohol enturbió su vida causándole numerosas depresiones, la última, la que le empujó al suicidio, al saberse enfermo de cáncer.

“Si no puedo existir a mi manera, entonces, la existencia es imposible”, le dijo en cierta ocasión a su esposa Mary Welsh, y evidentemente fue fiel a este pensamiento.

Cada cual tiene su manera de percibir el mundo, lo que significó para Hemingway dar fin a su existencia, ya que su enfermedad terminal no le permitía vivir a su antojo.



En uno de los apartes de “El manuscrito de un loco”, Charles Dickens nos muestra lo siguiente: …“Me acuerdo del tiempo en el que tenía miedo de estar loco; cuando solía despertarme sobresaltado, caía de rodillas y rezaba para que se me perdonara la maldición de mi raza; cuando huía precipitadamente ante la vista de la alegría o la felicidad, para ocultarme en algún lugar solitario y pasar fatigosas horas observando el progreso de la fiebre que consumiría mi cerebro. Sabía que la locura estaba mezclada con mi misma sangre y con la médula de mis huesos. Que había pasado una generación sin que apareciera la pestilencia y que era yo el primero en quien reviviría. Sabía que tenía que ser así: que así había sido siempre, y así sería; y cuando me acobardaba en cualquier rincón oscuro de una habitación atestada, y veía a los hombres susurrar, señalarme y volver los ojos hacia mí, sabía que estaban hablando entre ellos del loco predestinado; y yo huía para embrutecerme en la soledad…

Y en otro párrafo continúa

…Finalmente llegó la locura y me maravillé de que alguna vez hubiera podido tenerle miedo. Ahora podía entrar en el mundo y reír y gritar con los mejores de entre ellos. Yo sabía que estaba loco, pero ellos ni siquiera lo sospechaban. ¡Solía palmearme a mí mismo de placer al pensar en lo bien que les estaba engañando después de todo lo que me habían señalado y de cómo me habían mirado de soslayo, cuando yo no estaba loco y sólo tenía miedo de que pudiera enloquecer algún día! Y cómo solía reírme de puro placer, cuando estaba a solas, pensando lo bien que guardaba mi secreto y lo rápidamente que mis amables amigos se habrían apartado de mí de haber conocido la verdad. Habría gritado de éxtasis cuando cenaba a solas con algún estruendoso buen amigo pensando en lo pálido que se pondría, y lo rápido que escaparía, al saber que el querido amigo que se sentaba cerca de él, afilando un cuchillo brillante y reluciente, era un loco con toda la capacidad, y la mitad de la voluntad, de hundirlo en su corazón. ¡Ay, era una vida alegre!

Ciertamente, estos personajes de la historia, gozaron en parte de su locura, porque sin molestar a nadie rompieron los parámetros existentes, todos aquellos inclusive en los que hemos sido adoctrinados y encausados y de una u otra manera actuaron de acuerdo con su pensamiento, loco o no, actuaron en lo correcto de acuerdo a su convicción.

Dice una canción que, la locura del amor, se cura con amor, el amor es como un niño que quiere calor…

Si amar, reír, llorar, patalear, rabiar, son estados de locuras, entonces, este mundo está cundido de locos y yo, soy una de ellas.

Muchos se hacen los locos, los desentendidos para cometer sus fechorías, otros loquean de manera espontánea, le sacan jugo a la vida y le maman gallo.

Y definitivamente los que padecen de alguna enfermedad mental, eso si, es caso aparte, ante esa realidad debemos respeto.

Luisito Rey cantaba… “Frente a una copa de vino, yo me río de mí, me da una pena tan grande, que me tenga que reír…

Esta risa no es de loco y no es por disimular, tengo lágrimas en mis ojos, es de risa y nada más…”







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