QUE TE QUEDE CLARO:
“NADA SE SOBREENTIENDE”
El deber nos llama a todos sin excepción. Las vacaciones finiquitan. Nuevamente la tarjeta de registro marca la entrada y la salida.
Trabajar, trabajar y trabajar. “El deber te llama”.
“El ocio es la mamacita de todos los vicios…”, y yo aquí, con ganas de empezar.
Recibo una llamada, es mi hermana, me invita por una semana a Bogotá, mi hija ya entra a la Universidad, el día sigue caminando, no se detiene.
Todo es perfecto para mí, cambiaré de ambiente, cambiaré de clima, cambiaré de acento, aunque sigo siendo la misma: me levanto, los dos vasos de agua en ayuna me esperan, el cafecito mañanero me llama, la rutina es perfecta. Me acicalo, tengo bríos, me siento como una diosa mitológica, voy a retar los minutos, las horas. Viva la vida, estoy viva.
Todo listo, los tiquetes aéreos, salida a las 14:00 hrs, domingo, vuelo Avianca. Mi hija y yo arregladas.
Mi hermano nos va a recibir en el aeropuerto, verificamos el número de vuelo… ¡Hay un error!, ¡Algo extraño ha sucedió! ¡Encontramos un error!, son dos números de vuelo diferentes: misma aerolínea, misma hora, misma fecha.
Llamo a la línea 1-8000, efectivamente, nada que hacer, los vuelos tetiados, rellenos, embuchados. No se puede hacer nada, hay que seguir el rumbo. ¡Son dos vuelos a la misma hora! Escucho la voz de mi vecina, si sucedió así es por algo. Vuelve y juega eso de las supersticiones. Nada que hacer. Vivimos en un país que cree en agueros, jaja.
Aquí estoy, en la nevera. Abrigada como un esquimal. Riéndome de todo y de nada.
Concluyo: No todo lo obvio es lo lógico.
Esas son las cosas del lenguaje, de la comunicación, del habla. A veces todo parece perfecto, aclarado.
Me queda de experiencia: verificar antes de decir: Obvio. Estoy segura.
lunes, 26 de julio de 2010
¿TE HA PASADO ALGUNA VEZ?
¿N.N?
ASÍ, TAL CUAL.
Cada vez que miro mi cédula de ciudadanía o documento de identidad, me repito como cotorra mojada: “Se busca, se busca”.
Suelto la carcajada e inmediatamente escucho un eco sórdido retumbar en mis oídos: “Quedaste inmunda, esa no eres tu, ja ja ja ja ja..."
Evoco las películas de vaqueros, no me perdía ninguna: en cada poste, aparecía la cara del bandido más buscado: “I WANTED”, recompensa US $ 500.oo (en aquella época eso era una millonada).
Empiezo a explorar mi foto y me veo con la boca torcida, una oreja más grande que la otra, un peinado adolescente que depende de la época, los labios como pantuflas después de un año de uso.
Me pregunto si algo tan personal como lo es la cédula y esa foto clandestina tiene que ver con ego, vanidad, autoestima o gadejo.
No seamos tan pendejos, a ¿ quién carajo le importa mi foto?
¿A quién carajo le importa mi edad?
Cuando alguien me aborda incisivamente: -¿Cuántos años tienes?-, yo les respondo con una mueca y le pelo uno de mis caninos: -¿Cuántos te sirven?-"Los que tu creas que tengo" y la compongo con una sonrisa.
Este documento que te identifica, es fiel copia de tu fisonomía, y permanece obligatoriamente en tu cartera recordándote la importancia que tiene, de lo contrario pasas a ser un "N.N", y no puedes realizar ninguna transacción, ni hacer nada de nada.
¿NOMBRE DE LA OBRA?
PRIMER ACTO: (Petrificación)
Mire al frente, no se sonría, quítese lo aretes, échese el cabello hacia atrás, deje las orejas al descubierto, quédese rígido…
SEGUNDO ACTO: (Un extraterrestre está de visita)
Un rostro en tercera dimensión, pálido, inmerso en la perspectiva de un niño de cinco años de edad, la mirada fría, el cráneo cónico, los ojos saltones.
TERCER ACTO:
Prohibido el photoshop.
NOMBRE DE LA OBRA:
CUALQUIER PARECIDO NADA TIENE QUE VER CON LA REALIDAD.
NOTA: Gracias a Dios a mi nadie me busca, ni piden recompensa.
¿ Quién tiene la culpa de este hecho?
La foto de mi cédula.
¿N.N?
ASÍ, TAL CUAL.
Cada vez que miro mi cédula de ciudadanía o documento de identidad, me repito como cotorra mojada: “Se busca, se busca”.
Suelto la carcajada e inmediatamente escucho un eco sórdido retumbar en mis oídos: “Quedaste inmunda, esa no eres tu, ja ja ja ja ja..."
Evoco las películas de vaqueros, no me perdía ninguna: en cada poste, aparecía la cara del bandido más buscado: “I WANTED”, recompensa US $ 500.oo (en aquella época eso era una millonada).
Empiezo a explorar mi foto y me veo con la boca torcida, una oreja más grande que la otra, un peinado adolescente que depende de la época, los labios como pantuflas después de un año de uso.
Me pregunto si algo tan personal como lo es la cédula y esa foto clandestina tiene que ver con ego, vanidad, autoestima o gadejo.
No seamos tan pendejos, a ¿ quién carajo le importa mi foto?
¿A quién carajo le importa mi edad?
Cuando alguien me aborda incisivamente: -¿Cuántos años tienes?-, yo les respondo con una mueca y le pelo uno de mis caninos: -¿Cuántos te sirven?-"Los que tu creas que tengo" y la compongo con una sonrisa.
Este documento que te identifica, es fiel copia de tu fisonomía, y permanece obligatoriamente en tu cartera recordándote la importancia que tiene, de lo contrario pasas a ser un "N.N", y no puedes realizar ninguna transacción, ni hacer nada de nada.
¿NOMBRE DE LA OBRA?
PRIMER ACTO: (Petrificación)
Mire al frente, no se sonría, quítese lo aretes, échese el cabello hacia atrás, deje las orejas al descubierto, quédese rígido…
SEGUNDO ACTO: (Un extraterrestre está de visita)
Un rostro en tercera dimensión, pálido, inmerso en la perspectiva de un niño de cinco años de edad, la mirada fría, el cráneo cónico, los ojos saltones.
TERCER ACTO:
Prohibido el photoshop.
NOMBRE DE LA OBRA:
CUALQUIER PARECIDO NADA TIENE QUE VER CON LA REALIDAD.
NOTA: Gracias a Dios a mi nadie me busca, ni piden recompensa.
¿ Quién tiene la culpa de este hecho?
La foto de mi cédula.
sábado, 17 de julio de 2010
AQUELLOS JUEGOS DE LA INFANCIA
“...Estaba la Marisola, sentada en su vergel, abriendo una rosa y cerrando un clavel, quién es esa gente, que pasa por aquí, ni de día, ni de noche, me dejan dormir...”.
Escuché, extrañada (es raro en esta época ver ese espectáculo, tan maravilloso), en una de esas tardes, en que caminaba por el paseo peatonal, cantar a una niña, que, con ingenuidad y cierta picardía, asía su falda por uno de sus lados, moviendo su cuerpecito de un lado a otro, sostenido, en sus zapatillas de ballet. Desde ese instante en un recorrido de dos Km., ida y regreso hasta mi casa, pude evocar con nostalgia y añoranza, los juegos de la infancia. Y llegó hasta mi mente la película: -Antón, Antón pirulero que cada cual entienda su juego, el que no lo entienda, pagará una prenda.../. OA, sin moverme, sin reírme, muda, a la mano, al pie.../. La sortija tija tija, la sortija tija tija.../. El puente está quebrado, quién lo compondrá, con cáscaras de huevo.../. De la Habana viene un barco, cargado de.../. Chupaté te té, patiná na ná, una niña en Paris, se cayó, se resbaló y en la punta de la cola se golpeó.../. Que pase el rey que quiera pasar, el hijo del conde se queda atrás.../. Oh, oh, tambor, materile rile oh, que venéis a buscar, materile rile oh.../. Dónde va mi pobre coja, renunflí, renunflá, dónde va mi pobre coja, renunflí zigzag.../. Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está: -¿El lobo estáaa? -Se estáaaa poniendo los pantalonessss.../. La peregrina. El velillo. La bolita de uñita.
¡Qué juegos aquellos!, formaban parte de una infancia ingeniosa , creativa, vertiginosa, libre de temores y aspavientos, en donde los sueños, como cascabeles emitían carcajadas sonoras y hablaban por sí solos, volando de un lado a otro, como aquella mariposa vagarosa que andaba de rosa en rosa.
Todo eso ha desaparecido, dándole cabida a otros juegos; juegos peligrosos, en dónde no hay infancia y en dónde el futuro cada vez se hace más incierto. Juegos de adultos que involucran niños, que revertidos de furia, agresividad, maldad y turbulencia, han acabado con los sueños infantiles y con esas dulces historias para contar: comercio de cuerpos, sangre, mutilación, destrucción y muerte, es la real y cierta historia, que existe para contar.
La situación del país es tan caótica, esquizofrénica y grave: en la política, economía, justicia social, que, de manera sectoriataria y aislada, entiende su juego, sin pagar prenda. Se vive con el temor de ser emboscados, con cualquier acto hostil, y nos quedamos sin movernos, sin reírnos, mudos y maniatados. Algunos llevan la sortija tija tija y nos quiebran las ilusiones, para alcanzar un mejor futuro, que cada vez más, se desliza, como la arena entre los dedos.
¿Quién lo compondrá? ¿Con cáscaras de huevo? ¿Qué es lo que se busca?, renunflí, renunflá, con esas minas quiebrapatas, zigzagueantes, macabras, deplorables y sin sentido.
¿Por qué los lobos no muestran su cara en esta peregrinación hacia el calvario? ¿Y ahora con qué nos sorprenderán?
Tal vez, como muchos, y con nostalgia, me quedaré impregnada de aquellos juegos de la infancia y le pido a Dios, que esos juegos de guerra, no nos sean indiferentes, para que la resaca de la muerte no nos encuentre vacíos y solos sin haber hecho lo suficiente y que día a día, hagamos que los niños del mundo (eso incluye a nuestros hijos), puedan gozar de esa etapa, con las manos abiertas y el corazón libre, para sonreír.
PESADILLAAAA
En estos días la empleada de mi vecina le tocó montarse en dos busetas, desde donde trabaja hasta el otro extremo de la ciudad; salió muy arreglada, perfumada con “menticol”, para refrescarse, oler sabroso y así espantar los malos olores que se sienten en los buses y busetas, por aquello de que se pega, se pega. Rellenos de tal forma que la gente parece una chorrera de butifarras o chorizos.
¡Que enredo y que lío tan ¿inexplicable?!
La escuché hablar tan agitadamente que me di a la tarea de embarcarme en una buseta para ver hasta que punto ella decía la verdad.
Pienso que cualquier servicio es “un servicio” y si se paga por él, debe ser prestado en condiciones optimas para que el usuario dignamente reciba el trato que se merece.
Y aquí voy: Tres busetas en la esquina de un paradero una detrás de otra esperando a que San Juan lo agachara, los choferes en tertulia de carril a carril, el que está estacionado con el que viene, formando un embrollo y un caos tal que se empiezan a escuchar madrazos y la pitadera de los carros es estridente.
El conductor como si nada, con su nadadito de perro hace las veces de fantasmita porque parece ser que a él no le están hablando. Todo le resbala y muestra su sonrisa destentada en son de sabrosura. (Todavía no hemos arrancado, ¿qué tal esa?). ¿Idiosincrasia costeña?
Por fin, la partida: el chofer casi descamisado por ese vapor que genera esa olla pitadora, su ayudante quién recibe el billete, la novia del chofer en el asiento lateral, la estatua de la Virgencita del Carmen (que no puede faltar). Avanzados cuatro metros la primera parada: ¡Oye, Tuchín, un tinto ahí! Lo paga, se acomoda el minivaso con toda la cheveridad del caso para no quemarse ya que el tinto del Tuchín requema los dedos, lleva el manubrio con la mano izquierda mientras toma el tintacho con la derecha.
Los colgandejos sonando como cascabeles en cuna de niños, las borlas tejidas bamboleándose de tal forma me estaban hipnotizando, la carcacha de caja (traqueaba y hacía un ruido espantoso), la barra de cambios siempre en segunda a paso de tortuga mientras va haciéndose el embutido; lo más desastroso fue el tener que aguantarme a todo timbal la emisora que llevaba puesta. ¿Se imaginan cuáles eran las melodías? Reggeaton, champeta, vallenatos. Después el chofer como iba contra el tiempo (contra reloj), le mete su chancleta al acelerador hasta el fondo, parecíamos un volador en plena Navidad.... ¡Ese paseito es para los verracos!
¡Parada!, ¡parada!, ¡señor! en la esquina por favor y se siente el frenazo porque la esquina ya se la había pasado y los que iban de pies ni para aquí ni para allá, haciendo la ola involuntariamente.
Por supuesto esto parece más una broma, una quijotada que un servicio de transporte. Lo peor es cuando llegamos al semáforo de la tercera en Bocagrande frente al supermercado. Seis busetas en fila, la pitadera, la fumarola tóxica, el semáforo cambia hasta dos y tres veces, una de las busetas se traga la cebra, el peatón discute, el chofer blasfema, los vendedores de agua pregonan su producto y los mototaxistas como abejas invaden en medio segundo los lados y el centro de la calle. Esto es de película: Contaminación visual, auditiva y ambiental.
Es inconcebible que estas cosas sucedan en una ciudad con tan pocos habitantes. ¿Qué nos pasa?
“...Estaba la Marisola, sentada en su vergel, abriendo una rosa y cerrando un clavel, quién es esa gente, que pasa por aquí, ni de día, ni de noche, me dejan dormir...”.
Escuché, extrañada (es raro en esta época ver ese espectáculo, tan maravilloso), en una de esas tardes, en que caminaba por el paseo peatonal, cantar a una niña, que, con ingenuidad y cierta picardía, asía su falda por uno de sus lados, moviendo su cuerpecito de un lado a otro, sostenido, en sus zapatillas de ballet. Desde ese instante en un recorrido de dos Km., ida y regreso hasta mi casa, pude evocar con nostalgia y añoranza, los juegos de la infancia. Y llegó hasta mi mente la película: -Antón, Antón pirulero que cada cual entienda su juego, el que no lo entienda, pagará una prenda.../. OA, sin moverme, sin reírme, muda, a la mano, al pie.../. La sortija tija tija, la sortija tija tija.../. El puente está quebrado, quién lo compondrá, con cáscaras de huevo.../. De la Habana viene un barco, cargado de.../. Chupaté te té, patiná na ná, una niña en Paris, se cayó, se resbaló y en la punta de la cola se golpeó.../. Que pase el rey que quiera pasar, el hijo del conde se queda atrás.../. Oh, oh, tambor, materile rile oh, que venéis a buscar, materile rile oh.../. Dónde va mi pobre coja, renunflí, renunflá, dónde va mi pobre coja, renunflí zigzag.../. Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está: -¿El lobo estáaa? -Se estáaaa poniendo los pantalonessss.../. La peregrina. El velillo. La bolita de uñita.
¡Qué juegos aquellos!, formaban parte de una infancia ingeniosa , creativa, vertiginosa, libre de temores y aspavientos, en donde los sueños, como cascabeles emitían carcajadas sonoras y hablaban por sí solos, volando de un lado a otro, como aquella mariposa vagarosa que andaba de rosa en rosa.
Todo eso ha desaparecido, dándole cabida a otros juegos; juegos peligrosos, en dónde no hay infancia y en dónde el futuro cada vez se hace más incierto. Juegos de adultos que involucran niños, que revertidos de furia, agresividad, maldad y turbulencia, han acabado con los sueños infantiles y con esas dulces historias para contar: comercio de cuerpos, sangre, mutilación, destrucción y muerte, es la real y cierta historia, que existe para contar.
La situación del país es tan caótica, esquizofrénica y grave: en la política, economía, justicia social, que, de manera sectoriataria y aislada, entiende su juego, sin pagar prenda. Se vive con el temor de ser emboscados, con cualquier acto hostil, y nos quedamos sin movernos, sin reírnos, mudos y maniatados. Algunos llevan la sortija tija tija y nos quiebran las ilusiones, para alcanzar un mejor futuro, que cada vez más, se desliza, como la arena entre los dedos.
¿Quién lo compondrá? ¿Con cáscaras de huevo? ¿Qué es lo que se busca?, renunflí, renunflá, con esas minas quiebrapatas, zigzagueantes, macabras, deplorables y sin sentido.
¿Por qué los lobos no muestran su cara en esta peregrinación hacia el calvario? ¿Y ahora con qué nos sorprenderán?
Tal vez, como muchos, y con nostalgia, me quedaré impregnada de aquellos juegos de la infancia y le pido a Dios, que esos juegos de guerra, no nos sean indiferentes, para que la resaca de la muerte no nos encuentre vacíos y solos sin haber hecho lo suficiente y que día a día, hagamos que los niños del mundo (eso incluye a nuestros hijos), puedan gozar de esa etapa, con las manos abiertas y el corazón libre, para sonreír.
PESADILLAAAA
En estos días la empleada de mi vecina le tocó montarse en dos busetas, desde donde trabaja hasta el otro extremo de la ciudad; salió muy arreglada, perfumada con “menticol”, para refrescarse, oler sabroso y así espantar los malos olores que se sienten en los buses y busetas, por aquello de que se pega, se pega. Rellenos de tal forma que la gente parece una chorrera de butifarras o chorizos.
¡Que enredo y que lío tan ¿inexplicable?!
La escuché hablar tan agitadamente que me di a la tarea de embarcarme en una buseta para ver hasta que punto ella decía la verdad.
Pienso que cualquier servicio es “un servicio” y si se paga por él, debe ser prestado en condiciones optimas para que el usuario dignamente reciba el trato que se merece.
Y aquí voy: Tres busetas en la esquina de un paradero una detrás de otra esperando a que San Juan lo agachara, los choferes en tertulia de carril a carril, el que está estacionado con el que viene, formando un embrollo y un caos tal que se empiezan a escuchar madrazos y la pitadera de los carros es estridente.
El conductor como si nada, con su nadadito de perro hace las veces de fantasmita porque parece ser que a él no le están hablando. Todo le resbala y muestra su sonrisa destentada en son de sabrosura. (Todavía no hemos arrancado, ¿qué tal esa?). ¿Idiosincrasia costeña?
Por fin, la partida: el chofer casi descamisado por ese vapor que genera esa olla pitadora, su ayudante quién recibe el billete, la novia del chofer en el asiento lateral, la estatua de la Virgencita del Carmen (que no puede faltar). Avanzados cuatro metros la primera parada: ¡Oye, Tuchín, un tinto ahí! Lo paga, se acomoda el minivaso con toda la cheveridad del caso para no quemarse ya que el tinto del Tuchín requema los dedos, lleva el manubrio con la mano izquierda mientras toma el tintacho con la derecha.
Los colgandejos sonando como cascabeles en cuna de niños, las borlas tejidas bamboleándose de tal forma me estaban hipnotizando, la carcacha de caja (traqueaba y hacía un ruido espantoso), la barra de cambios siempre en segunda a paso de tortuga mientras va haciéndose el embutido; lo más desastroso fue el tener que aguantarme a todo timbal la emisora que llevaba puesta. ¿Se imaginan cuáles eran las melodías? Reggeaton, champeta, vallenatos. Después el chofer como iba contra el tiempo (contra reloj), le mete su chancleta al acelerador hasta el fondo, parecíamos un volador en plena Navidad.... ¡Ese paseito es para los verracos!
¡Parada!, ¡parada!, ¡señor! en la esquina por favor y se siente el frenazo porque la esquina ya se la había pasado y los que iban de pies ni para aquí ni para allá, haciendo la ola involuntariamente.
Por supuesto esto parece más una broma, una quijotada que un servicio de transporte. Lo peor es cuando llegamos al semáforo de la tercera en Bocagrande frente al supermercado. Seis busetas en fila, la pitadera, la fumarola tóxica, el semáforo cambia hasta dos y tres veces, una de las busetas se traga la cebra, el peatón discute, el chofer blasfema, los vendedores de agua pregonan su producto y los mototaxistas como abejas invaden en medio segundo los lados y el centro de la calle. Esto es de película: Contaminación visual, auditiva y ambiental.
Es inconcebible que estas cosas sucedan en una ciudad con tan pocos habitantes. ¿Qué nos pasa?
miércoles, 14 de julio de 2010
¿Y…
CUÁL ES TU PRETEXTO?
Me levanto de la cama feliz por despertar de nuevo y estar otra vez con los ojos abiertos o mi mascota. Un día más con mis bichos. Las personas también se levantarán para ir a trabajar. Tengo espacios de soledad, espacios de compañía. Tengo personas a quién amo. Leo, escribo, me río, lloro.
El mar me saluda con el golpe de la ola mientras el cielo me anuncia que el día va a ser muy caluroso. Quien está en paz consigo mismo lo tiene todo, todo lo demás es accesorio.
Tenemos el cielo, los pájaros, los peces, la libélula, la mariposa, la hormiga, y en las flores que adornan la casa podemos ver el milagro de la vida y la tranquila aceptación de la muerte.
¿Qué es todo y qué es nada?
Que es todo, el todo es la nada y a la inversa. Nacemos poseyendo todo cuanto necesitamos, el amor; lo demás viene por añadidura, no importa si es abundante o escaso.
Nacemos sin nada, desnudos, sin ropa y tratamos de vestirnos a cada paso que la vida nos brinda y aún así nos sentimos desnudos. Pero la humanidad lo estropea con sus ansías de vestirse constantemente con lo material, con aquello que está de paso, con todo lo que es efímero, cuando la eternidad esta en nosotros en el mero hecho de nacer, pues ese acto tan maravilloso nos llena del todo.
Qué es lo que realmente busca el ser humano para sentirse satisfecho.
El ser humano busca cualquier cosa que sea efímera para sentirse satisfecho, pero cuando lo posee, vuelve a estar insatisfecho, es la rueda que gira sin parar. El ser humano ha perdido su parte espiritual, para dar paso a lo más primitivo al acto de posesión, casi por instinto, casi por un acto reflejo de supervivencia...es erróneo, pero así caminamos, salvo algunas excepciones. Nunca hay que generalizar.
La posesión ese mero acto tan primitivo que nos traslada a la envidia, a los celos, etc. y, al acto de estar siempre insatisfechos.
Si miramos a nuestro alrededor, robos, delincuencia, Latinoamérica con sus fracasos económicos, guerras pasadas y presentes, y, en algunos países la pobreza extrema, el analfabetismo, y todo lo que conocemos de manera trillada.
En clase de ética se habla de Talar Valores y hacemos referencia a los
cuatro elementos de la naturaleza en donde se encuentra por ejemplo ese árbol que nos rodea, ese árbol que es también manifestación de la vida...
El árbol llora cuando cae. No sólo hace ruido, gime, no importa si es en silencio, si es escuchado, si es visto. Siente al igual que todas las criaturas de la naturaleza.
Nosotros con nuestra indiferencia vemos a muchos árboles caer a nuestro alrededor y no nos inmutamos, ni siquiera lo sentimos.
Un niño mendigando un pedazo de pan, un anciano de mirada cabizbaja porque los años le han sacado ventaja, un desplazado, una mujer acabando de dar a luz, un amigo que te necesita y estás ausente, una guerra sin sentido, una pobreza absurda, un egoísmo marcado, un ir y venir lleno de odios, una humanidad a la que nada le sacia.
Talar valores, lo hacemos diariamente y cada vez en esta postmodernidad nos hemos dejado atrapar por lo superfluo, por lo sin importancia, dejando de lado lo que verdaderamente cuenta: escuchar al prójimo, al que está cerca, al que nos suplica una sonrisa, una palabra.
¿Qué buscamos realmente?
SUEÑOS DE UN MUNDO EBRIO
El día se asoma a mi ventana y los sueños se entretejen con la realidad y, con eso nos topamos a diario y los sueños, sueños son.
Dicen que soñar no cuesta nada pero soñar realidades tiene un costo muy elevado.
Sueña el cantor para que su voz mitigue el estallido de las bombas y misiles, sueña el poeta para que sus metáforas se hamaquen bajo la brisa de una tarde en primavera, sueña el pobre para que su hambre y desazón disminuyan y den cabida a sus manos para acariciar en vez de pedir, renegar y golpear, sueña el niño para que su sonrisa se columpie en el árbol de la ingenuidad y sus días sean de algarabías, juegos y caricias y no de maltratos, cargas pesadas, abusos sexuales y palabras destructivas, sueña el que se inclina ante el altar pidiendo por él mismo, su familia y, la posibilidad de que se le abran los caminos para llevar una vida digna, honrosa y decorosa (un techito, salud, chamba), sueña la tierra para que no la abusen y muera en la aridez asfixiada por las toneladas de basura, la polución, la contaminación, sueña la mariposa para que sus alas se abran en libertad y no sea mutilada por el odio que castra los movimientos y termina encadenando el pensamiento, sueña el ciego tendido en una acera estirando su mano de hule para sentir un ambiente de paz y tranquilidad, sueña el mandatario honesto para librarse de la corrupción y poder realizar sus propósitos en bien de la comunidad, sueña el maligno dictador haciendo de las suyas y fusilando, sueña el cura bendiciendo, sueña el burócrata descansando y hasta la hormiguita llevando sobre sus espalditas el más divino pétalo de otoño, suela el trabajador en borrar el rastro de la pereza.
Soñó el ateo que estaba en el último piso de la torre de Babel. El que, siendo como Lot, no pudo escapar como Lot. El que fue tragado por el Mar Rojo siguiendo órdenes. El que fue ejecutado porque no adivinaba los sueños como José.
Todos soñamos con un mundo mejor, pero como los sueños sueños son, debemos dejar de soñar y poner en práctica esos anhelos que soñamos despiertos empezando por la honestidad, la transparencia, la responsabilidad y el respeto.
El escritor Federico Hernández Aguilar nos dice en la introducción de uno de sus libros llamado gotas, El Universo: Una gota. “Érase una vez un loco mirando una gota de agua. No se movía el loco, así como no parecía moverse el objeto de su formidable atención. Primero habían desaparecido los demás hombres; luego se habían esfumado las demás gotas. Sólo un ser humano quedaba ya en el cosmos, desafiando el peligroso alivio de una sola gota, la única, la irrepetible, la que temblaba como una verdad entera. Muy pronto, antes de que alguien fuera capaz de extrañarse, aquel hombre y aquella gota se fundieron de tanto mirarse, de tanto ser nada en absoluto. Así, abrazados, regresó cada uno a su origen final: el loco a su mar turbulento y la gota al ojo derecho del loco.
Muchos ebrios por la ambición, el poder, la cúspide, van por el mundo arrasando con todo a su paso, exterminando el progreso, calcinando las ilusiones de los demás, muchos impiden el progreso y embebidos por el aroma y el elixir de la prepotencia menoscaban los sueños que la mayoría perseguimos para alcanzar una realidad diferente.
CUÁL ES TU PRETEXTO?
Me levanto de la cama feliz por despertar de nuevo y estar otra vez con los ojos abiertos o mi mascota. Un día más con mis bichos. Las personas también se levantarán para ir a trabajar. Tengo espacios de soledad, espacios de compañía. Tengo personas a quién amo. Leo, escribo, me río, lloro.
El mar me saluda con el golpe de la ola mientras el cielo me anuncia que el día va a ser muy caluroso. Quien está en paz consigo mismo lo tiene todo, todo lo demás es accesorio.
Tenemos el cielo, los pájaros, los peces, la libélula, la mariposa, la hormiga, y en las flores que adornan la casa podemos ver el milagro de la vida y la tranquila aceptación de la muerte.
¿Qué es todo y qué es nada?
Que es todo, el todo es la nada y a la inversa. Nacemos poseyendo todo cuanto necesitamos, el amor; lo demás viene por añadidura, no importa si es abundante o escaso.
Nacemos sin nada, desnudos, sin ropa y tratamos de vestirnos a cada paso que la vida nos brinda y aún así nos sentimos desnudos. Pero la humanidad lo estropea con sus ansías de vestirse constantemente con lo material, con aquello que está de paso, con todo lo que es efímero, cuando la eternidad esta en nosotros en el mero hecho de nacer, pues ese acto tan maravilloso nos llena del todo.
Qué es lo que realmente busca el ser humano para sentirse satisfecho.
El ser humano busca cualquier cosa que sea efímera para sentirse satisfecho, pero cuando lo posee, vuelve a estar insatisfecho, es la rueda que gira sin parar. El ser humano ha perdido su parte espiritual, para dar paso a lo más primitivo al acto de posesión, casi por instinto, casi por un acto reflejo de supervivencia...es erróneo, pero así caminamos, salvo algunas excepciones. Nunca hay que generalizar.
La posesión ese mero acto tan primitivo que nos traslada a la envidia, a los celos, etc. y, al acto de estar siempre insatisfechos.
Si miramos a nuestro alrededor, robos, delincuencia, Latinoamérica con sus fracasos económicos, guerras pasadas y presentes, y, en algunos países la pobreza extrema, el analfabetismo, y todo lo que conocemos de manera trillada.
En clase de ética se habla de Talar Valores y hacemos referencia a los
cuatro elementos de la naturaleza en donde se encuentra por ejemplo ese árbol que nos rodea, ese árbol que es también manifestación de la vida...
El árbol llora cuando cae. No sólo hace ruido, gime, no importa si es en silencio, si es escuchado, si es visto. Siente al igual que todas las criaturas de la naturaleza.
Nosotros con nuestra indiferencia vemos a muchos árboles caer a nuestro alrededor y no nos inmutamos, ni siquiera lo sentimos.
Un niño mendigando un pedazo de pan, un anciano de mirada cabizbaja porque los años le han sacado ventaja, un desplazado, una mujer acabando de dar a luz, un amigo que te necesita y estás ausente, una guerra sin sentido, una pobreza absurda, un egoísmo marcado, un ir y venir lleno de odios, una humanidad a la que nada le sacia.
Talar valores, lo hacemos diariamente y cada vez en esta postmodernidad nos hemos dejado atrapar por lo superfluo, por lo sin importancia, dejando de lado lo que verdaderamente cuenta: escuchar al prójimo, al que está cerca, al que nos suplica una sonrisa, una palabra.
¿Qué buscamos realmente?
SUEÑOS DE UN MUNDO EBRIO
El día se asoma a mi ventana y los sueños se entretejen con la realidad y, con eso nos topamos a diario y los sueños, sueños son.
Dicen que soñar no cuesta nada pero soñar realidades tiene un costo muy elevado.
Sueña el cantor para que su voz mitigue el estallido de las bombas y misiles, sueña el poeta para que sus metáforas se hamaquen bajo la brisa de una tarde en primavera, sueña el pobre para que su hambre y desazón disminuyan y den cabida a sus manos para acariciar en vez de pedir, renegar y golpear, sueña el niño para que su sonrisa se columpie en el árbol de la ingenuidad y sus días sean de algarabías, juegos y caricias y no de maltratos, cargas pesadas, abusos sexuales y palabras destructivas, sueña el que se inclina ante el altar pidiendo por él mismo, su familia y, la posibilidad de que se le abran los caminos para llevar una vida digna, honrosa y decorosa (un techito, salud, chamba), sueña la tierra para que no la abusen y muera en la aridez asfixiada por las toneladas de basura, la polución, la contaminación, sueña la mariposa para que sus alas se abran en libertad y no sea mutilada por el odio que castra los movimientos y termina encadenando el pensamiento, sueña el ciego tendido en una acera estirando su mano de hule para sentir un ambiente de paz y tranquilidad, sueña el mandatario honesto para librarse de la corrupción y poder realizar sus propósitos en bien de la comunidad, sueña el maligno dictador haciendo de las suyas y fusilando, sueña el cura bendiciendo, sueña el burócrata descansando y hasta la hormiguita llevando sobre sus espalditas el más divino pétalo de otoño, suela el trabajador en borrar el rastro de la pereza.
Soñó el ateo que estaba en el último piso de la torre de Babel. El que, siendo como Lot, no pudo escapar como Lot. El que fue tragado por el Mar Rojo siguiendo órdenes. El que fue ejecutado porque no adivinaba los sueños como José.
Todos soñamos con un mundo mejor, pero como los sueños sueños son, debemos dejar de soñar y poner en práctica esos anhelos que soñamos despiertos empezando por la honestidad, la transparencia, la responsabilidad y el respeto.
El escritor Federico Hernández Aguilar nos dice en la introducción de uno de sus libros llamado gotas, El Universo: Una gota. “Érase una vez un loco mirando una gota de agua. No se movía el loco, así como no parecía moverse el objeto de su formidable atención. Primero habían desaparecido los demás hombres; luego se habían esfumado las demás gotas. Sólo un ser humano quedaba ya en el cosmos, desafiando el peligroso alivio de una sola gota, la única, la irrepetible, la que temblaba como una verdad entera. Muy pronto, antes de que alguien fuera capaz de extrañarse, aquel hombre y aquella gota se fundieron de tanto mirarse, de tanto ser nada en absoluto. Así, abrazados, regresó cada uno a su origen final: el loco a su mar turbulento y la gota al ojo derecho del loco.
Muchos ebrios por la ambición, el poder, la cúspide, van por el mundo arrasando con todo a su paso, exterminando el progreso, calcinando las ilusiones de los demás, muchos impiden el progreso y embebidos por el aroma y el elixir de la prepotencia menoscaban los sueños que la mayoría perseguimos para alcanzar una realidad diferente.
jueves, 8 de julio de 2010
ENVEJECER NO ES DETERIORARSE
¿“Che viejo, estás viejo”?
¡Ni de riesgos!
Motivada por anécdotas y vivencias, principalmente por el recuerdo de mi padre, quien tuvo la oportunidad de llegar a los 80 años y un libro que adquirió que se titula igual que este artículo y recomiendo a todos sin excepción (del escritor Gonzalo Canal Ramírez), extraeré algunos apartes porque deseo compartir inquietudes que de alguna manera podrán ayudarnos a ser más conscientes y consecuentes sobre una realidad inevitable -la vejez-, mirada de una manera absurda y denigrante.
Aún me pregunto por qué hace años un estudiante de 7 años se me acercó y me preguntó: “profe, ¿tú eres vieja?” Seguramente para él, los 43 años que yo llevaba encima ya le parecían excesivos; a la vez evoco a una alumna de 14 años que no hace mucho me dijo:”mi mamá no me comprende porque ya está vieja ´cucha´, tiene 45 años. Me quedé como Condorito ¡ploff!
¿Es que los actos han demostrado que los viejos huelen feo? ¿A viejo? Son un estorbo e incluso muchos hijos están ansiosos de su deceso para heredar lo poco o mucho que esos seres, a través del esfuerzo de cargados años, han construido para asegurar “su vejez”, sin sospechar siquiera que sus hijos están deseosos de que llegue pronto la fecha para meterlos a un asilo o esconderlos en una habitación, ya que lo que no sirve, que no estorbe. Dura realidad del diario vivir (que desagradecidos somos).
Hay dos curiosas excepciones de la palabra “viejo”, en el uso del español en algunos países de Latinoamérica. La una es de cariño y de respeto; el hijo se refiere al padre llamándole afectivamente “el viejo”, no importa su edad. El amigo trata cariñosamente al amigo (así sea joven), con igual deferencia de “viejo”, “hola viejo”.
La otra es despectiva, agresiva, peyorativa. Se insulta a una persona, con la intención de disminuirla llamándola “viejo”, con el mismo propósito que en las colecciones se distinguen “antigüedades” de “vejeces”. Es el pleno sentido de la “vetustez”, en el habitual rechazo social. Es la expresión de un criterio bastante usado en nuestra sociedad para definir a las personas de edad.
En realidad hoy su presencia en la sociedad es importante. El viejo ya no es patriarca, profeta, ni mago, como otrora, cuando envejecer era símbolo de predestinación, calidad y fortaleza, pues sólo los muy fuertes sobrevivían a los 50 años. El viejo, por doquier ahora, ya no es ese personaje.
Hoy es un hombre, con los derechos y deberes del hombre.
1. La pareja humana en la vejez tiene todos sus derechos, deberes normales y su convivencia amorosa cobra valores significativos. 2. El viejo es partícipe y agente de la sociedad en que vive y tiene derecho a no ser relegado como mero espectador. 3. Los intereses de la vejez son los mismos intereses de la vida a cualquier edad, y deben conservarse actuantes como vínculos con la vida. 4. El viejo no es un ser aparte, fuera de la humanidad, “otro” sino un hombre como los demás. 5. No bastan más años para la vida. Es necesaria más vida para los años.
Hermosos como los niños, necios, ingenuos, mañosos, manipuladores y espectaculares, así sin más calificativos esos son “los viejos”, a quienes debemos valorar y tratar como reliquias y no por sus años, sino por la fragilidad de su belleza, después de las tempestades se solidifica su esencia y paradójicamente su sensibilidad se derrite como un bom bom relleno de caramelo.
“No se es viejo por haber vivido un cierto número de años; se es viejo por abandonar su ideal”(Mac. Arthur).
.
¿ALIENADA YO?
“En este mundo de vivos…
los bobos parecen idos…
los idos son transgredidos.
En todo lo demás:
seguimos jodidos"
Les confieso que me siento aturdida, no sé si vivo en lo real, en lo imaginario o me hago la desentendida para disipar los pájaros que se anidan en mi mente y se estrellan contra los muros visibles e invisibles que obstaculizan mi libre andar y el de la mayoría de los colombianos, porque a pesar de que el 85% nos encontramos en desacuerdo con las políticas aplicadas, muchos gozan de los privilegios de manejarnos a su antojo convirtiéndonos en zombies siguiendo un camino obligado ya que ni las quejas, ni los reclamos, ni las dudas, ni el uso y abuso hacen eco a nada ni nadie. Jesús nos dice que cada día trae su propio afán, otros dicen que no debemos borrar el pasado porque nos quedaríamos sin historia, Jaime Bayly manifiesta que del pasado ni se acuerda y la mayoría de las personas queman el año viejo con placer y alegría. La canción pegajosa nos recita: …“yo no olvido el año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas: me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”. Pues bien, no sé entonces si es alienación, alucinación o amnesia, ya no recuerdo por quién voté para presidente de Colombia, gobernador de Bolívar o alcalde de Cartagena, tampoco recuerdo cuántos niños y mujeres han sido abusados ni maltratados, cuantas personas carecen de estudios, educación, alimento, vestido, techo, salud, amor. Me siento desamparada caminando por las calles, sin rumbo fijo, hablando sola, recogiendo el eco de todos los ciudadanos, bebiéndome sus lágrimas, su dolor y asco porque este año que entrará en catalepsia el día jueves, despertará el día primero arremetiendo con toda su furia sin contemplación de ninguna especie.
¡Oh sopresa!: Menos diligencias efectivas que minimicen el estado deplorable del país, la corrupción aumentará con un porcentaje mayor al de la inflación, la mendicidad tocando puertas, la idiosincrasia por falta de cultura ciudadana haciendo de las suyas y algunos megaproyectos innecesarios silenciarán nuevamente la voz del pueblo y más aún de todos aquellos que ni siquiera tienen un baño donde hacer sus necesidades, un piso donde apoyar una butaca, ni una almohada donde hacer descansar sus penurias.
Lo primero es lo primero, las necesidades básicas que ayudarían al progreso y no al progreso de pandillas, ladrones, matones. Cuando divago aparece en mi mente una película secular que se titula: “El ejemplo es el que enseña”. ¿Será por eso que los que vienen detrás en aspiraciones políticas, actúan de la misma manera? Y peor aún ¿con más artificios? Perdón quise decir con más fuegos artificiales. Qué si se ha hecho por Cartagena, qué si no, qué es que no se ve, aparte de todo necesito gafas fondo de botella, porque me desplazo en el paraíso de la contaminación: basural, visual, auditiva, rosquera o rosconera y, vuelve la puerca a torcer el rabo y el Mercado de Bazurto expeliendo todas sus esencias. Me siento tan feliz del progreso de este año 2009 que…, perdón, tuve un lapsus mental, ya no sé ni qué es lo que digo, sin embargo amigos lectores, no nos desanimemos y a todos sin excepción les deseo una carita feliz de corazón y no de dientes para afuera.
Nota: Las alucinaciones pueden ocurrir en cualquier modalidad sensorial - visual, auditiva, olfativa, gustativa, táctil o varias mezcladas.
“En este mundo de vivos…
los bobos parecen idos…
los idos son transgredidos.
En todo lo demás:
seguimos jodidos"
Les confieso que me siento aturdida, no sé si vivo en lo real, en lo imaginario o me hago la desentendida para disipar los pájaros que se anidan en mi mente y se estrellan contra los muros visibles e invisibles que obstaculizan mi libre andar y el de la mayoría de los colombianos, porque a pesar de que el 85% nos encontramos en desacuerdo con las políticas aplicadas, muchos gozan de los privilegios de manejarnos a su antojo convirtiéndonos en zombies siguiendo un camino obligado ya que ni las quejas, ni los reclamos, ni las dudas, ni el uso y abuso hacen eco a nada ni nadie. Jesús nos dice que cada día trae su propio afán, otros dicen que no debemos borrar el pasado porque nos quedaríamos sin historia, Jaime Bayly manifiesta que del pasado ni se acuerda y la mayoría de las personas queman el año viejo con placer y alegría. La canción pegajosa nos recita: …“yo no olvido el año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas: me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”. Pues bien, no sé entonces si es alienación, alucinación o amnesia, ya no recuerdo por quién voté para presidente de Colombia, gobernador de Bolívar o alcalde de Cartagena, tampoco recuerdo cuántos niños y mujeres han sido abusados ni maltratados, cuantas personas carecen de estudios, educación, alimento, vestido, techo, salud, amor. Me siento desamparada caminando por las calles, sin rumbo fijo, hablando sola, recogiendo el eco de todos los ciudadanos, bebiéndome sus lágrimas, su dolor y asco porque este año que entrará en catalepsia el día jueves, despertará el día primero arremetiendo con toda su furia sin contemplación de ninguna especie.
¡Oh sopresa!: Menos diligencias efectivas que minimicen el estado deplorable del país, la corrupción aumentará con un porcentaje mayor al de la inflación, la mendicidad tocando puertas, la idiosincrasia por falta de cultura ciudadana haciendo de las suyas y algunos megaproyectos innecesarios silenciarán nuevamente la voz del pueblo y más aún de todos aquellos que ni siquiera tienen un baño donde hacer sus necesidades, un piso donde apoyar una butaca, ni una almohada donde hacer descansar sus penurias.
Lo primero es lo primero, las necesidades básicas que ayudarían al progreso y no al progreso de pandillas, ladrones, matones. Cuando divago aparece en mi mente una película secular que se titula: “El ejemplo es el que enseña”. ¿Será por eso que los que vienen detrás en aspiraciones políticas, actúan de la misma manera? Y peor aún ¿con más artificios? Perdón quise decir con más fuegos artificiales. Qué si se ha hecho por Cartagena, qué si no, qué es que no se ve, aparte de todo necesito gafas fondo de botella, porque me desplazo en el paraíso de la contaminación: basural, visual, auditiva, rosquera o rosconera y, vuelve la puerca a torcer el rabo y el Mercado de Bazurto expeliendo todas sus esencias. Me siento tan feliz del progreso de este año 2009 que…, perdón, tuve un lapsus mental, ya no sé ni qué es lo que digo, sin embargo amigos lectores, no nos desanimemos y a todos sin excepción les deseo una carita feliz de corazón y no de dientes para afuera.
Nota: Las alucinaciones pueden ocurrir en cualquier modalidad sensorial - visual, auditiva, olfativa, gustativa, táctil o varias mezcladas.
sábado, 3 de julio de 2010
¿ME REGALAS UNA MONEDA?
En este mundo, donde las cosas se hacen por apariencia o por obligación…, tenemos un gran defecto: nos falta originalidad para ser nosotros mismos.
Apariencias, sólo cuentan…
La mente se llena de caprichos y trivialidades.
Cuando empezamos a estudiar matemáticas y oímos pronunciar el número 100, nos imaginamos una gran cantidad y con asombro pensamos en algo copioso, tumultuoso o exagerado. Pero cuando poseemos la conciencia de diferenciar y ubicar la significación de ese número para convertirlo en pesos, sin ser grandes matemáticos entendemos el valor de esta cifra. Desde niña he oído decir a mamá: “cuida los centavos que los pesos se cuidan solos”. Entonces me reía sin comprender a fondo el mensaje tan profundo que esto significa, pero después lo apliqué.
Hace días me sucedió algo muy curioso que me dejó con el corazón anudado. Llevé mi carro a lavar en un establecimiento y un joven amablemente me trajo una silla mientras le ponían manguera y lo pulían. Pasados unos diez minutos cerca de una canaleta pude observar a otro muchacho de 18 años aproximadamente, que hurgaba en el lugar, levantaba unos plásticos e insistía, queriendo hallar no se qué.
Así permaneció durante 15 minutos.
Su rostro reflejaba preocupación y angustia; ante mi curiosidad, le pregunté: ¿Qué escondiste por ahí? Y me respondió: nada, estoy buscando 100 pesos que se me cayeron y no puedo encontrarlos, seguro se metieron en una ranura y para rematar me están haciendo mofa.
Debió ser que su presupuesto para tomar el bus se le descompletó y esto se constituyó en un serio problema para sus finanzas. De cien en cien se crece la pila y se llena el infaltable chonchito de barro o de plástico que nos incita al ahorro. En eso consiste la polaridad de la balanza: unos necesitan de cien pesos y otros de millones de pesos, y esos cien pesos devaluados son la solución en un momento dado para un cristiano.
En ocasiones se mira esa moneda cobriza con indiferencia y se va dejando en cualquier sitio, una coquita, un cenicero, un plato, un mueble, porque esa cantidad de menudo pesa, rompe los bolsillos, hace mucho bulto y en verdad si miramos las cosas de manera objetiva, nuestro dinero y su valor adquisitivo se ha vuelto “dinero menudo”, pesa y no por su peso sino por la trémula carga que deben soportar muchos en ese vía crucis que tienen que vivir a diario para cargar con una familia entera soportada de un tilín con el sueldo mínimo legal. Si lo analizamos en números, es bastante porque hablamos de miles y miles de pesos, pero si miramos realidades, nos damos cuenta inmediatamente que esas personas estiran el centavo y lo moldean hasta más no poder como si fuera de látex.
Los convoco al ahorro, a no dejarse vislumbrar por artículos innecesarios, a no dejarse devorar por la sociedad de consumo, a vivir tranquilos en vez de agobiarse por aparentar, a dar gracias a Dios por lo que se posee y no a maldecir por lo que no se tiene, a tener aspiraciones sin ser ambiciosos, a compartir más con los necesitados y dejar de un lado la avaricia (nos incluye a todos y en especial a aquellos gobernantes que piensan en sus intereses y no en el de la comunidad).
Bien dice mi madre, que podrás haber ganado una fortuna, pero si te la has gastado toda y no has ahorrado, no tienes nada. Cuidemos como este joven hasta el último centavo y démosle el debido aprecio a esas monedas que son una verdadera fortuna, aunque usted no lo crea.
En este mundo, donde las cosas se hacen por apariencia o por obligación…, tenemos un gran defecto: nos falta originalidad para ser nosotros mismos.
Apariencias, sólo cuentan…
La mente se llena de caprichos y trivialidades.
Cuando empezamos a estudiar matemáticas y oímos pronunciar el número 100, nos imaginamos una gran cantidad y con asombro pensamos en algo copioso, tumultuoso o exagerado. Pero cuando poseemos la conciencia de diferenciar y ubicar la significación de ese número para convertirlo en pesos, sin ser grandes matemáticos entendemos el valor de esta cifra. Desde niña he oído decir a mamá: “cuida los centavos que los pesos se cuidan solos”. Entonces me reía sin comprender a fondo el mensaje tan profundo que esto significa, pero después lo apliqué.
Hace días me sucedió algo muy curioso que me dejó con el corazón anudado. Llevé mi carro a lavar en un establecimiento y un joven amablemente me trajo una silla mientras le ponían manguera y lo pulían. Pasados unos diez minutos cerca de una canaleta pude observar a otro muchacho de 18 años aproximadamente, que hurgaba en el lugar, levantaba unos plásticos e insistía, queriendo hallar no se qué.
Así permaneció durante 15 minutos.
Su rostro reflejaba preocupación y angustia; ante mi curiosidad, le pregunté: ¿Qué escondiste por ahí? Y me respondió: nada, estoy buscando 100 pesos que se me cayeron y no puedo encontrarlos, seguro se metieron en una ranura y para rematar me están haciendo mofa.
Debió ser que su presupuesto para tomar el bus se le descompletó y esto se constituyó en un serio problema para sus finanzas. De cien en cien se crece la pila y se llena el infaltable chonchito de barro o de plástico que nos incita al ahorro. En eso consiste la polaridad de la balanza: unos necesitan de cien pesos y otros de millones de pesos, y esos cien pesos devaluados son la solución en un momento dado para un cristiano.
En ocasiones se mira esa moneda cobriza con indiferencia y se va dejando en cualquier sitio, una coquita, un cenicero, un plato, un mueble, porque esa cantidad de menudo pesa, rompe los bolsillos, hace mucho bulto y en verdad si miramos las cosas de manera objetiva, nuestro dinero y su valor adquisitivo se ha vuelto “dinero menudo”, pesa y no por su peso sino por la trémula carga que deben soportar muchos en ese vía crucis que tienen que vivir a diario para cargar con una familia entera soportada de un tilín con el sueldo mínimo legal. Si lo analizamos en números, es bastante porque hablamos de miles y miles de pesos, pero si miramos realidades, nos damos cuenta inmediatamente que esas personas estiran el centavo y lo moldean hasta más no poder como si fuera de látex.
Los convoco al ahorro, a no dejarse vislumbrar por artículos innecesarios, a no dejarse devorar por la sociedad de consumo, a vivir tranquilos en vez de agobiarse por aparentar, a dar gracias a Dios por lo que se posee y no a maldecir por lo que no se tiene, a tener aspiraciones sin ser ambiciosos, a compartir más con los necesitados y dejar de un lado la avaricia (nos incluye a todos y en especial a aquellos gobernantes que piensan en sus intereses y no en el de la comunidad).
Bien dice mi madre, que podrás haber ganado una fortuna, pero si te la has gastado toda y no has ahorrado, no tienes nada. Cuidemos como este joven hasta el último centavo y démosle el debido aprecio a esas monedas que son una verdadera fortuna, aunque usted no lo crea.
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